Construir un mundo para todos es difícil, pero posible.
Los sujetos a los que excluye buena parte de la arquitectura actual son aquellos que tienen disminución en sus capacidades sensoriales, motoras o viscerales, los ancianos, los niños, las mujeres embarazadas, los que sufren algún tipo de lesión sin secuelas permanentes, los alérgicos, los analfabetos, los discapacitados para comprender e incluso los extranjeros que no conocen el idioma local.
La eliminación de barreras arquitectónicas para discapacitados y aún para personas que no lo son pero que atraviesan por determinadas condiciones, como es el caso de las embarazadas, constituye una preocupación relativamente nueva entre los profesionales del arte de la construcción y también entre los funcionarios de gobierno.
Los primeros que impulsaron cambios en esta materia fueron, como no podía ser de otra manera, las asociaciones de discapacitados. En la última década, la Argentina avanzó significativamente en esta lucha al aprobarse la ley 23.314, que define la accesibilidad como “la posibilidad de las personas con movilidad reducida de gozar de las adecuadas condiciones de seguridad y autonomía” y establece normas para que eso se verifique en la realidad.
En las viviendas unifamiliares los costos incrementados por adaptación suelen ser del 21 por ciento, contra el 3 por ciento de un diseño original libre de barreras.
Algunos estudios de entidades internacionales indican que los costos de obra adicional para adaptar un shopping a los nuevos criterios de accesibilidad superan el 0,2 por ciento. Pero si en el proyecto original se hubieran incluido tales reformas, la obra hubiera costado sólo un 0,006 por ciento más.
Aquí se ve bien claro cómo, en todos los casos, es siempre mejor prevenir que curar.
Sólo hace falta que, más allá de lo que digan las leyes, esté presente en la propia cabeza del autor de un proyecto arquitectónico la idea de una construcción que le sirva a todo el mundo.
Una de las mayores dificultades para acercarse a este problema es que no es tan evidente.
Pero si no se ven tantos discapacitados en la calle como sería de esperar, es simplemente porque prefieren quedarse en sus viviendas, ya que saben que fuera de ellas deberán enfrentarse a todo tipo de barreras.
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