14 de diciembre de 2009

La vejez como discapacidad.

Una recorrida por la arquitectura geriátrica argentina nos revela de inmediato que la sociedad NO piensa ni planea con respecto a la vejez. Y si ampliamos la visión hasta Paraguay, Uruguay, Brasil, México, etc., el panorama es igualmente descorazonador.
Solo Chile ha comenzado con un programa llamado Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA) que tiene condominios senior: casas de 22 metros cuadrados, con un dormitorio, una sala de estar-comedor-cocina y un baño, diseñados pensando en los principales problemas de la vejez. Y centros de atención diurna, donde hacen talleres y actividades y regresan a sus propias viviendas al atardecer.
La explosión gris es una realidad tanto en el mundo desarrollado como en nuestro país. En la actualidad, las expectativas de vida se prolongan. Para el 2050 un 23% de la población argentina tendrá más de 65 años. Este fenómeno va acompañado de un decrecimiento de la natalidad. Para el mismo periodo se calcula que solo un 26% de la población tendrá menos de 20 años.
La inversión de la proporción entre población productiva y pasiva tendría que preocupar a la sociedad toda, estimulando nuevas teorías filosóficas y económicas para todo el sistema de recursos físicos y humanos en gerontología.
No se trata de desarrollar una arquitectura ortopédica.
Las barreras físicas son solo parte del nudo del tema pero no el todo.
Se trata de una concepción filosófica, ética e interdisciplinaria de la arquitectura y del rol profesional.
Afectos a copiar modelos de países desarrollados, en este aspecto precisamente no lo hemos tomado como ejemplo. Observando estos países, se compruebas de inmediato que van más allá de consideraciones académicas y técnicas. Son países donde el Estado cumple una función de intervención fuerte y decisiva, modelo opuesto al Estado ausente como lo venimos sufriendo en nuestro país.
Es necesario no perder de vista que se proyecta para un grupo de personas con necesidades singulares, no son sólo personas con discapacidades.
Nadie considera a un niño, o a una embarazada como un discapacitado, son sujetos con necesidades especiales. Debemos diseñar con las capacidades de cada grupo etario, con lo que pueden y no con lo que no pueden.

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