Mucha gente tiene el concepto que la tercera edad esta formada por seres inválidos, con el cerebro perdido, que permanecen estáticos en residencias esperando el momento de la muerte. Esas personas, que en efecto existen, no son la tercer edad, son mas bien la cuarta y definitiva fase de la existencia.
La tercera edad la forman, entre otros, los que quedan en el domicilio paterno cuando los hijos se van, y que vuelven a ser, como lo fueron en su juventud, libres y plenamente dueños de su destino, gente que esta acabando o ha finalizado su vida laboral y que nuevamente vuelven a tener, como tuvieron en su juventud, abundante tiempo libre para dedicarlo a gozar de la vida.
Gente que económicamente no están ya en la cresta de la ola, pero que, al haberse liberado del gasto de la crianza y estudios de sus hijos, y habiendo finalizado el pago de la hipoteca de hogar, poseen, pese a sus menores rentas, mayor capacidad de consumo que personas más jóvenes de su mismo nivel social, los que, pese a tener mas ingresos, viven abrumados por el gasto de atender al cuidado de la prole y el pago de las deudas que contrajeron con los bancos.
La tercera edad, en contra de la creencia general, está formada por personas que quizá pueden tener alguna enfermedad más y algo menos memoria que un “adulto”, pero que son lo suficientemente activos y poseen una mente suficientemente despejada, para desear aun disfrutar de la vida.
Y que se encuentran más libres y con menos condicionantes económicos de los que han tenido en años.
Esos “viejos”, son sujetos económicos que merecen su atención y a los que quizá la sociedad en general y el sector inmobiliario en particular, no han dedicado suficiente atención en satisfacer sus demandas, por lo que ellos mismos, se han visto obligados a conformarse y adaptarse a los productos existentes en el mercado, que de ninguna forma están diseñados para ellos.
Un error en el que caen los pocos que se deciden a crear artículos para este segmento de mercado, es el creer que tienen que hacer productos para “abuelitos”.
El marketing destinado a la “tercera edad” no es mas complicado que el dedicado a los niños, a los quinceñeros, o a los matrimonios jóvenes. Es simplemente diferente y específico y no puede seguir los tópicos que todos tenemos. Si a un niño le molesta profundamente que le traten como a un niño ¿por qué un viejo va a querer que le traten como un viejo?
La próxima vez que en una estación de venta de combustibles se cruce con los viajeros de un ómnibus con jubilados, fíjese con detalle en ellos... ¿Seguirá creyendo después, que la tercera edad es una partida de inválidos a los que el mercado inmobiliario solo les puede ofrecer una plaza en un asilo?.
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