7 de junio de 2010

Consejos para vivir bien, y en las mejores condiciones

1.Nunca se está tan bien como en casa.
Las personas que han vivido y envejecido en una casa tienen un fuerte arraigo emocional que debe preservarse todo lo que sea posible. Cuando aparecen problemas de salud que generan alguna discapacidad ligera suele descubrirse que ese hogar no es tan confortable, porque suelen poseer escaleras, desniveles, pisos resbalosos, pasillos angostos, puertas estrechas o amoblamientos inadecuados (especialmente en los baños).
Por esta razón es prudente anticiparse a esos problemas consultando con un profesional de confianza la factibilidad de realizar las imprescindibles reformas que permitan permanecer en la casa incluso hasta edad avanzada. Se recomienda aplicar las pautas del Diseño Universal.

2.Si es posible, un cambio para mejorar.
Si la reforma es muy costosa o complicada, puede ser una opción pensar en mudarse a otra propiedad especialmente diseñada para ser habitada por ancianos. Lo ideal es una que incluya las recomendaciones precedentes, pero, en la medida de lo posible, que tenga además cubiertos los requisitos de mayor seguridad ante intrusiones, menor superficie (la familia es menor y requiere menos atención), pero sin descuidar una excelente iluminación, buenos servicios sanitarios preparados para personas con dificultades, muebles adecuados y un sistema de alarma o auxilio que pueda ser utilizado desde el baño o dormitorio.


3.La vida asistida es una excelente opción.
Si en su localidad existen complejos de viviendas para vida asistida, es una muy buena oportunidad de visitarla. Cumplen lo previsto en el punto 2, con una excelente seguridad en el control de ingresos y suelen incorporar servicios de limpieza, lavado de ropa, servicios de mantenimiento, atención de enfermería (opcional) e incluso un sitio propio para comidas que facilita cumplir dietas o facilitar sociales.

4.Cuando hay problemas de salud
Si son suficientemente intensos que impiden la vida independiente, es conveniente analizar cuidadosamente entre ir a vivir con algún amigo o familiar, o la opción de acudir a un geriátrico. Es una decisión muy profunda, que conviene meditar con la familia, por sus costos, la dificultad de encontrar uno verdaderamente adecuado (la mayoría se manejan con criterios obsoletos y de baja calidad), y la previsión de los recursos necesarios para atender su costo. Por otra parte, la convivencia con familiares suele convertirse en algo verdaderamente difícil y desagradable en poco tiempo, donde las malas relaciones pueden inducir rápidamente al aislamiento y la depresión.

Estos temas pueden ser tristes y desagradables. Pero forman parte de la realidad de la vida. Podemos enfrentarlos, anticiparlos y buscar los mejores caminos con tiempo y autonomía, o limitarnos a ignorarlos hasta que nos estrellemos con ellos.

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