8 de diciembre de 2010

Inestabilidad y caídas

Las caídas constituyen un fenómeno frecuente entre los ancianos (13-25% de los mayores de 65 años, 31-35% de los mayores de 85 años), más en los institucionalizados (hasta el 50%), y con preferencia en el sexo femenino hasta los 75 años, edad en que la frecuencia se iguala para ambos sexos.

 Las caídas constituyen una causa importante de lesiones (4-8% de fracturas), de incapacidad e incluso de muerte en los ancianos (siendo la causa principal de muerte por lesiones en mayores de 65 años) y son indicador importante en geriatría al definir el anciano frágil. Se conoce que en los ancianos activos las caídas, aún siendo menos frecuentes, tienen peores consecuencias.

Los ancianos en general tienen más dificultades para conservar la estabilidad, lo que se manifiesta por la existencia de una “marcha senil” o “marcha cauta” (postura rígida y en flexión, pasos cortos y lentos, giro en bloque, desequilibrio, base de sustentación ancha, pasos cortos y menor oscilación de los brazos).
Además, con el envejecimiento se pierden las respuestas protectoras normales o reflejas frente a las caídas, como la extensión de manos y brazos.

FACTORES DE RIESGO

Alteraciones oculares: disminución de la agudeza visual, de la capacidad de acomodación a la luz, falta de la visión cercana, disminución de visión  nocturna y de periférica, disminución de la tolerancia a la luz brillante.
Alteraciones auditivas: trastorno en la discriminación del lenguaje, aumento del umbral del tono puro, tendencia a acumulación excesiva de cerumen.
Alteraciones del sistema nervioso: alargamiento del tiempo de reacción, disminución del reconocimiento sensorial, alteración de los reflejos.
La existencia de discapacidad supone un mayor riesgo de caídas, relacionándose éstas más con las siguientes patologías: enfermedad de Parkinson, demencia, hemiplejia, mielopatías, graves deformidades ortopédicas, y problemas cardiovasculares 
También se encuentran entre los factores predisponentes los trastornos emocionales, la depresión y la negación de las limitaciones físicas que llevan al individuo a sobrevalorar sus capacidades evitando la ayuda de otras personas o de dispositivos.
Además de las enfermedades, el consumo de determinados medicamentos, pueden favorecer mucho la existencia de alteraciones del equilibrio y la marcha (hipnóticos, antidepresivos, antipsicóticos, hipotensores, diuréticos), de forma tal que se afirma que el elemento predictivo más importante de las caídas es el consumo de sedantes.

Siempre es necesario considerar la caída como posible signo de una enfermedad grave: “caída premonitoria” dentro de la manifestación atípica de enfermedades en el anciano.

Se podría resumir que los factores intrínsecos más determinantes del riesgo de caídas son:
  •  Mayor de 75 años
  •  Alteración de la estabilidad y la marcha.·
  •  Caídas previas.
  •  Número de fármacos consumido: 4 o más.
  •  Anciano frágil
  •  Vivir fuera del entorno familiar
Además de estas causas de origen personal, los factores ambientales para el mayor riesgo de caídas son: iluminación, barreras arquitectónicas, empleo incorrecto de equipos de adaptación. 

Algunos estudios en ancianos institucionalizados y en la comunidad muestran que la mayoría de caídas son de origen extrínseco para ambos. Las actividades que realizan los ancianos cuando ocurre la caída son actividades cotidianas normales como asearse, cambiar de posición, andar y subir o bajar escaleras y sólo el 5-10% ocurre realizando actividades potencialmente peligrosas.

CONSECUENCIAS 

FÍSICAS
Destacan las fracturas, ya que éstas pueden constituir una importante causa de incapacidad posterior, ya que la mitad de los pacientes que sobreviven a ellas no recuperan más la capacidad funcional que tenían previamente.
También pueden ocasionar lesiones dolorosas de tejidos blandos, hematomas subdurales y quemaduras, rabdomiólisis.

PSICOSOCIALES.
Debido a la restricción de actividad que el propio paciente o la familia establecen, a la falta de confianza y a la angustia que una nueva caída producen, se puede desencadenar agresividad y trastornos del comportamiento, pérdida de la autoestima y un aumento del aislamiento social.

Este factor puede ser bastante importante además, porque hay que considerar que la mayoría de las caídas en estos pacientes no suelen tener repercusiones físicas significativas. Se habla de un “síndrome postcaída”, típico de mujeres con caídas de repetición, en las que el miedo a caerse de nuevo incapacita para la marcha. También cambia la actitud de la familia que suele hacerse más sobre protectora. Se incrementa también tras las caídas el riesgo de institucionalización en algún geriátrico.

Las caídas ocurren sobre todo en el medio domiciliario, al atardecer y por la noche.
En residencias suelen ocurrir próximas al ingreso debido a la falta de conocimiento de la nueva ubicación y al aumento del deterioro del enfermo.

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